miércoles, 24 de julio de 2013

Por qué nos borramos de Facebook

O las personas que conoces comparten tu vida con quien sea

Cuando viajé de visita a ver a mi familia en mayo, después de año y medio sin verles, llevaba apenas 2 meses de embarazo.

Habíamos acordado en pareja no dar el anuncio hasta pasados los 3 primeros meses, pero en este caso decidimos contarles sólo a la familia más cercana. Por supuesto, les comenté nuestro deseo de reservar la noticia para el resto para más adelante. Y obviamente, que no anden publicando en las redes sociales sobre el asunto.

Unos parientes decidieron hacer caso omiso del pedido, y aprovecharon la festividad del día del padre para publicar salutaciones y etiquetar con ello al futuro padre.  En seguida, les mandé un correo agradeciendo el saludo, pero que por favor retirasen el comentario o la etiqueta con el nombre, pues esto hace que aparezca en su perfil. El susodicho, por su parte, sin pensarlo dos veces dio de baja su perfil, aludiendo que ya la cara de libro lo tenía muy aburrido y esta era una excusa perfecta para decir adiós.

Es que además, ni siquiera habíamos comentado con gente del trabajo y demás entornos profesionales, y además, el muro es personal y nadie tiene que andar ventilando asuntos ajenos en muros propios o extraños.

Por mi parte, en un primer momento le agregué unos filtros más seguros y quité mi muro. Luego, mandé un par de correos a los implicados recordándoles el pedido sobre no publicar mis asuntos en Facebook.

A los días, otro de los parientes, que se acababa de enterar, me mandó una felicitación con TODAS LAS LETRAS, algo así como ya me enteré que vas a ser MADRE. Yo aún no había cumplido ni los 2 meses, y menos que menos me había nombrado a mí misma con ese sustantivo. Verlo allí escrito, con ese léxico gramatical tan claro y directo, en medio de un espacio tan poco privado, y tan voyeurista...me resultó no sólo inapropiado sino invasivo. Lo curioso del asunto es que como no tenía muro, no se le ocurrió nada mejor que publicarlo en lugar de los comentarios de mis publicaciones. Una publicación que yo había subido semanas antes, un video que compartí desde youtube. O sea, nada que ver. Digo yo: por qué a la gente le encanta contar tus intimidades en tu muro? No se les ocurre, por casualidad, enviarme un mensaje privado, o incluso un correo de mail, o llamarme por teléfono, o por skype, o un mensaje por medio de mi madre que me llama todos los días ? (por si se quieren ahorrar la llamada, digo)


Entiendo perfectamente que la gente se alegre por mí y me quiera felicitar, y en eso se agradece, pero no puedo dejar de pensar cómo el mundillo de las redes sociales, ha llegado a todos los grupos, estratos y niveles sociales, por igual, independientemente de si las personas sepan o no las reglas mínimas de seguridad (y de cortesía) al usar una red social determinada, pongamos por caso, Facebook.

Esta red social en particular, es de las más usadas por una heterogeneidad de públicos, incluso de gente que nunca en su vida usó la tecnología. Y aunque una persona siempre tiene la opción de borrarse y listo, la cosa es que aunque a veces lo hago, tengo que retornar porque muchas de mis relaciones están sólo allí, porque no son usuarios como yo de otras redes alternativas, donde se respeta mejor la privacidad. Es como el barrio, la plaza pública. Y yo vivo muy lejos de muchos de mis afectos.

Finalmente me borré por cansancio hasta que llegara al menos al cuarto mes de embarazo y tuviese tiempo de contar de manera más personal la noticia a mis allegados, que no querían que se enterasen por Facebook! Cómo nos controla este barrio!. Hasta eliminé a algunos parientes por descuidados.

Al margen de ello, lo curioso de esta anécdota no es recriminar la conducta o el hecho en sí, sino repensar los modos en que tenemos de interactuar y cómo y cuánto necesitamos reaprender a socializar, a comunicarnos, a conocer las nuevas reglas de intercambio y cortesía en el barrio llamado Facebook. ( y sus barrios vecinos). Es como cuando llegas a la sala de eventos de la casa de una amiga, que además ha invitado a otros amigos suyos, y tú la felicitas delante de todos por que va a ser madre, o porque se ganó la lotería, o por lo que sea. Hay temas y temas para compartir, y siempre se puede suspirar al oído, ir al jardín a conversar o mandarle un mensajito al móvil. No tienen por qué enterarse todos de todo, más aún si la protagonista de la noticia no es la fuente principal del mensaje y/o no ha dado su consentimiento a publicarlo.
Reglas básicas del periodismo, de paso aviso.

Menos de eso no se puede esperar de alguien que viene de esa oscura escuela académica, jeje. ;)






viernes, 12 de julio de 2013

Probando mi capacidad de ser asertiva y tranquila


Para la segunda ecografía que me mandaron a hacer, decidí pedir una cita en la clínica que está a la vuelta de mi casa. Es una clínica muy conocida y me pareció que mejor ir caminando que tener que trasladarme por esta big city.

El día de la cita, como de costumbre fuimos juntos.

Cuando llegamos, la recepcionista me dijo que la cita había sido cambiada y que deberían haberme avisado.

-No me avisaron, les dije.

-Pero ha sido cambiada, y deberían haberle avisado, repitió como una tonta.

-Sí, deberían, estamos de acuerdo en eso, pero no lo han hecho, le espeté.

-Bueno, pero hoy el doctor no está, porque se fue a una conferencia y él mandó a cambiar todas las citas de acá a un mes.

(!!!!)

Respira hondo, respira hondo, respira hondo...

Yo no sé si esto está pasando o es que aún no me he despertado, pensé.

-Señorita, por si no se ha dado cuenta, mi cita es para hacerme una ecografía ginecológica pues estoy embarazada, como podrá ver en mi informe. Cómo se le ocurre a ud, y al médico que le ordenó cambiar las citas, que en mi caso resulte igual hacerme esta ecografía ahora o el mes que viene.

-Por eso les mandamos a avisar, me vuelve a insistir

Creo que ya le dije que no me avisaron, o usted piensa que soy de las personas que les gusta levantarse temprano, pedir el día en el trabajo, salir a la calle con este frío, ir a la clínica, donde sé que no me van a atender porque el médico se ha ido de viaje? (Esto es lo que en realidad me hubiese gustado decirle pero lo cierto es que sólo le dije la mitad de las cosas y la otra mitad me la llevé mascullando conmigo de camino a casa)

FIN.

PD: Sin palabras, prueba superada.

sábado, 6 de julio de 2013

No quiero tomar ácido fólico


(Los primeros 3 meses)

Me resulta un fastidio.
Cuando lo tomo, me resulta un fastidio. Me hace muy mal, y cuando he dejado de tomarlo, me he sentido mucho mejor.

Bueno cariño, si te hace mal, no lo tomes. -dijo mi marido.

En internet no hay mucha información que me convenza, sólo dice que  es una vitamina del complejo B, que bla bla bla y en definitiva, que hay que tomarlo por cojxnxs, o sea que hay que tomarlo y punto.

Qué mala madre soy. Me siento fatal físicamente y encima ahora, empezando a confabular contra mí misma.


La cita con mi médica trae un poco de tranquilidad a mi vida de embrionazada.

Le he explicado la situación, y con una soltura y naturalidad inusual me ha respondido que si me hace mal no lo tome y listo. A cambio, revisa mi dieta, la cual por suerte es principalmente vegetariana, y refuerza mi consumo de hojas verdes y otros productos de origen natural con alto contenido de esa vitamina. Me enamoré de ella cuando, para explicarme mejor el asunto, recurrió  a la etimología de las palabras. (Ácido fólico, también conocido como folacina, viene del latín follium, que significa hojas, justamente por su mayor presencia en alimentos de hojas verdes).

Pero entonces ¿por qué a toda mujer se le indica que debería tomarlo?

He leído que muchos estudios realizados, demuestran que las mujeres que consumen la cantidad recomendada de esta sustancia desde antes de la concepción y durante el primer hasta el tercer mes del embarazo pueden reducir el riesgo para el feto de tener defectos en el cerebro y en la médula espinal, los más comunes son la anencefalia y la espina bífida. Pero yo ya estaba acabando el tiempo donde esto puede hacer algún efecto importante, y por otro lado, seguía desde hace mucho, incluso antes de quedar encinta, una alimentación con alto contenido de las vitaminas que en muchas otras mujeres puede resultar insuficiente. Después de todo, ni mi madre, ni mi suegra, habían tomado ácido fólico, pues antes las farmaceúticas aún no lo promocionaban tanto, y no teníamos antecedentes de considerar.

Dicen algunos expertos que aunque esté presente en algunos alimentos, la ingesta de la dieta normal no asegura las cantidades mínimas recomendadas. Bueno, a eso habría que revisar a qué dieta normal nos estamos refiriendo. Además, hay que tener en cuenta que muchos de los productos que consumimos ya vienen fortificados con, entre otras cosas, ácido fólico. En este país, todo el mundo consume ácido fólico y no lo sabe. Por decreto, el gobierno firmó un acuerdo para que se incluya el ácido fólico en todos los insumos del pan, todo pan que se hace en Chile, tiene ácido fólico. Y si lo que me estaba ocurriendo, era una sobredosis de ácido fólico, o simplemente intolerancia al químico?.

La verdad que muchas cosas las hacemos porque toca, porque así la hacen todas, porque dicen los expertos. Pero no todo siempre es tan absoluto, y ya sabemos cómo funciona la ciencia.

Según la recomendación de mi ginecóloga obstetra, aumenté aún más la ingesta de dichos alimentos, y suprimí por completo las pastillas incómodas. Fue un alivio. Y por suerte, todo está perfecto.


lunes, 1 de julio de 2013

Maniática de las palabras


Cuando escribo este blog, cuento sin que él se dé demasiado cuenta, con la colaboración desinteresada de mi querido compañero y constructor de sueños.

El renombrado constructor es un diccionario andante. Mucha gente que me conoce bien, sabe que suelo tener problemas para recordar palabras de lo más normales y cotidianas, como garbanzos, y otra que ya se me olvidó; por alguna extraña razón tengo bloqueos mentales para cierto tipo de sonidos. Sin embargo, me salen con naturalidad palabras en desuso o poco utilizadas. Pero este señor, el constructor de sueños, es además un hábil recordador y utilizador de palabras de todo tipo, sus sinónimos y sus antónimos, parónimos, homónimos y derivados, así como sus correspondientes definiciones. Es tan habilidoso con la dialéctica, que cuando le pido que me explique la diferencia o me describa una definición, no se limita a decir un ejemplo, sino la definición misma, comenzando su comentario con palabras al estilo de "dícese de...". Memorable.


Tal vez por este mecanismo de acudir a mi diccionario humano, es que he recalado en la bahía de la comodidad y vagancia mental. Esto es una hipótesis válida; aunque si fuera así, eso debiera sucederme con todo tipo de palabras, y no es el caso.

Todo este malabarismo intelectual sirve de marco de explicación para la conducta siguiente. Me fascina jugar con las palabras, soy una "friki" de las palabras, y me encanta la ciencia del origen de las palabras: la etimología. Y como con cada cosa nueva o inexplicable que me sucede en la vida, suelo recurrir a ella para explicar el sentido de las cosas. Al menos el origen del sentido de las cosas, y luego la cultura, los gestos y demás herramientas del discurso se encargan del resto del análisis.

Cuando ya todos los indicios caseros y médicos me dieron la confirmación de que efectivamente estaba embarazada, una de las primeras cosas que atiné a hacer dentro de mi mente es encontrar el sentido de las palabras embrión y feto. Esto sucedió por dos motivos: como técnicamente no es un bebé, y a mí no me gustaba decir "estoy embarazada" durante los primeros tres meses, quería encontrar la palabra correcta para nombrarlo. Sucedió que para la mayoría de la gente no quedaba del todo bien decir "estoy embrionazada" o peor aún, "estoy enfetada". Así que aprendiendo la diferencia etimológica entre embrión y feto, decidí reservar esas palabras para mi comunicación con mi médica, en todo caso, con toda persona del mismo ambiente de bata blanca.


El segundo motivo viene a colación del anterior, y es que simplemente el nuevo estado comenzó a resultarme interesante y productivo. No sólo estaba aprendiendo la diferencia y la correcta utilización de ciertas palabras, sino también cómo las conductas de las personas pueden resultar apropiadas o inapropiadas según otros contextos culturales, donde poco tiene que ver la etimología, pero sí las palabras en sí mismas. Esto me sucedía cuando yo decía, por ejemplo, el feto...tal cosa, el embrión tal otra. Algunas personas se animaron y me dijeron que no le llame con ese nombre, ¡pobre bebé!. Y yo al principio les replicaba que técnicamente era un embrión, o un feto según el caso. Pero no resultaba.

Así que para mis conversaciones con el resto de los mortales que no suelen usar la bata blanca, comencé a utilizar palabras inventadas o traídas de otro contexto. Es el caso de cuando lo llamaba "el asunto", en referencia al subject de los mails, o cuando le decía "chunchita". Chunchita deviene de chunche, chunche es una palabra inventada de la jerga costarricence, que por haber vivido tres años en Costa Rica la adopté como propia, pues me resulta simpática. Suele ser usada para designar casi cualquier cosa, pero normalmente se usa para nombrar "una cosita" o "un cosito" del cual no nos acordamos bien el nombre o no tiene nombre definido.

Teniendo en cuenta mi ya comentada dificultad para recordar el nombre de ciertas cosas, a mí la palabra chunche me ha encajado como anillo al dedo, y me ha resultado especialmente útil para esta nueva etapa de mi vida. Al menos, hasta tanto podamos verle al asunto o a chunchita lo que esconde entre las piernas, y nos permita de ese modo comenzar a llamarle con un nombre de verdad, de esos que llevan las personas de verdad.